26/8/08

TODAVÍA


Las protestas y motines invadían las noches. Amanecí agitada y me senté en la ventana, para mi sorpresa debajo de ésta, estaba un cuerpo. Era de un joven y lo más seguro es que, herido, hubiera llegado hasta el callejón. Pronto me imaginé su nombre y lo que estudiaba. Lo cuidé toda la mañana mientras le narraba cuentos de mis libros. De madrugada me levanté mil veces temerosa de no encontrarlo. Siguió allí fiel tres mañanas y tres noches. Le mostré todos mis juguetes, me atreví a hablarle en voz alta y le mandaba besos de vez en cuando. Mi cariño era inmenso. Cuando no lo encontré, algo como su sombra siguió allí y hasta la fecha sigue. Cualquier malquerencia es amortiguada por el olor de mi amor bajo la ventana.


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TEXTÍCULO PERSUASIVO


Mataba. Diariamente mataba. Los treinta y cinco pollos que mataba servían para alimentarles. Mataba. Los pollos armaban un sacudirse moribundos del carajo. Bañado en sangre, amoroso, se acercaba cada tarde para alimentarlos. Mataba. Y saciaba el hambre de ambos con las aves que inmisericorde mataba. Eso, hasta el día en que de un zarpazo, el tigre lo atrajo hacia el fondo de la jaula, en donde el león y él, con métodos poco ortodoxos, se tomaron el trabajo de convencerle de que matar galliformes sin espolones ni grandes carúnculas rojas no era muy de gentilhombre que digamos, ni apropiado, ni bienhechor, ni mucho menos.


Danner González

22/8/08

UN FINAL FELIZ


Mi papá y yo somos muy unidos. Lo admiro mucho porque es muy fuerte. De grande quiero ser como él. Desde que recuerdo, mi papá me ha demostrado cuánto me quiere y lo afortunado que soy al ser su hijo. Muchas veces me lastima pero sé que no es apropósito. Me sentí mal hace poco porque él y mi mamá discutieron y creo que fue por mi culpa. Ella se asustó de que yo le gritaba a mi papá que me dolía y que parara. Y entonces mi mamá lloró más que yo, y dijo cosas que no entendí. Pero él le dijo que la quería y que sólo me demostraba su amor, como cada noche, y que todo estaría bien. Lo bueno es que ya se reconciliaron y que ya no se asusta cuando grito.






Sagrario P. Callejas

ANOCHECER



Junto al papel en blanco una mosca. El anaranjado de la puesta de sol y el aire de agosto secan su escote del sudor frío, ve difuminarse ese rojizo en azul.
-Es hermoso, verdad Sandra, vámonos-
Baja la mirada, sigue su hoja blanca allí, donde tuvo el lápiz, cenizas.
Sandra mira a la niña –Cada día vienes más temprano-.
El silencio está por caer. Con ira Sandra golpea la mesa, ni la mosca ni la hoja se mueven, la niña toma la mosca entre sus dedos -Ayer volaba-.
-Ayer todavía la oí llorar-
–Vámonos-
–Quise despedirme- Sandra comienza a deformarse, su rostro se engarrota, la boca babea, se enchueca toda al tiempo que sus ojos se desorbitan.
-Lo sé, no pudiste escribir ni un adiós, el veneno te consumió muy rápido-.
Ya es de noche, en la planta baja una mujer sale, en su andar aún vemos el dolor. Sandra ya con la lengua de fuera, logra decir –Mamá, sigo aquí-
La niña la toma de la mano.
-Ya te acostumbrarás- le dice -es natural, apenas tienes tres días de muerta.




Aarón I. Campos

UN DUELO



Fue similar a los del viejo oeste separados frente a frente por la distancia árida y justa como para medir cada cual los movimientos del otro La costumbre insta a los contendientes a permanecer quietos en su sitio hasta el momento en que se desenfunda y se conoce el destino Mas el insensato caminó hacia mí súbitamente Desconcertado le conté exactamente cien pasos del todo irregulares que dio sin pausa alguna Luego cuando parecía amagar un movimiento una palabra decisiva quizá temeroso o ya aburrido desesperé e improvisé un disparo apenas un punto en el costado que lo fulminó completamente.


Aldebarán Toledo

INFINITO


En el inmenso cielo marino, una barca diminuta oscila entre olas que la conducen a ningún lugar, los maderos gastados que construyen la embarcación rechinan en el vaivén rutinario de la danza del mar, una cuerda sucia, un arpón sin punta, un par de sandalias descoloridas, es todo lo que navega hacia la suerte, y la suerte es hallada finalmente en forma de red de pesca, sus fibras delgadas se atoran en uno de los tablones escoreados por la sal, y se suma a la travesía llevando a rastras, entre algas y un pez descompuesto, una pequeña caja de bronce roída por el mar, dentro de la caja existe una esfera cristalina, y la esfera contiene en su cáscara translúcida, una pintura en miniatura acerca del gran océano y una barca que navega sola, con una cuerda, un par de sandalias y un arpón sin punta, que flotan entre las olas en medio de la nada.




Iván Flores

Y SIN PENSARLO


- Imagina una gripa, y que esto la corta rapidísimo.
Él agitaba un botecito de pastillas hexagonales, dentro del coche estacionado frente a la farmacia. Viéndolo de ese modo, funcionaba la comparación. Fue culpa de un fluido extraño y, por supuesto, de un terrible descuido. Era como gripa y esas costosas pastillas la iban a cortar. Mientas él esperaba la respuesta, ocultaba los nervios golpeando suavemente el volante. Ella, con la mirada baja y la mano en su abdomen, estiró la mano y sonrió.
- Vas a estar bien.
Temblando, echó el botecito a su bolsa. Él se arrancó y fueron a cenar. Rieron, compartieron el refresco y luego un pay que a ella se le antojó. No tan tarde él la llevó a su casa.
Lo haría esa noche.

Maggie Rockdriguez

SE SOLICITA MUCHACHA:


Doña Irene lee: Que haga la limpieza de la casa, menos mi habitación. Arregle el jardín los jueves. Lleve la ropa a la lavandería Amadeus. No es necesario que sepa cocinar. Toma el trabajo sin conocer al dueño. Otra nota: pase y haga sus deberes, duermo hasta tarde, la llave está puesta, si llega otra, diga que el trabajo es suyo.
Después de una semana siente que hace poco. No conoce al dueño, todas las mañanas está su pago en la entrada. El mejor modo de ganarse a alguien es cocinando. Va al mercado.
Al día siguiente todo intacto, no probó bocado ni hay pago. Se marcha cuando ve la nota en la puerta: no pude entrar a mi casa, hágame el favor de hacer sólo lo que le pido, retire inmediatamente los dientes de ajo de la cocina.


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EL PASAJERO


El asiento de hasta atrás del pesero es como un mirador; es como otra ventana. No hace falta ser otro pasajero, se puede observar a los demás sintiéndose aunque sea un poquito más personaje; menos extra. Es que en la ciudad es necesario estar todo el tiempo inventándose salvaguardas contra el anonimato; no el que implica una falta de reconocimiento por parte de los otros, aunque en la ciudad lo hay, y mucho, sino un anonimato más hondo, más parecido a no reconocerse uno mismo, a no ser. En un lugar donde viven veinte millones de personas – un número inhumano, inimaginable, más que inimaginable – nadie puede ser. Somos demasiados. Más que demasiados. Somos tantos que ni a Dios le puede caber en la cabeza la cantidad. Veinte millones, ese número no existe. Nadie puede existir mientras sigamos siendo veinte millones. Por eso no podemos ser. Dios tampoco puede pensar en nosotros.

JC Álvarez