Mi papá me tomaba de la mano, el olor de la tierra mojada y del pasto a punto de retoñar me hizo asomarme a la ventana, entonces observamos la caída de la lluvia taumaturga:
La lluvia arreció, un rayo ―me dijo él ― Ese, el que escapó del río.
Tumbó un árbol y lo hizo tan fuerte que pareció que Dios se enojaba de nuestro morbo. Al rato, me dolía la cabeza por la luz eterna y el fragoroso ruido.
A la mañana siguiente se encontraron los destrozos de la tormenta, el árbol tapaba el paso de los cayucos, los pescadores echaron mano de hombres y mujeres fuertes para quitar el gran tronco, lográndolo durante el día.
La lluvia duró toda la semana, y días después seguía sin calmarse la tempestad. Luego fue cuando mi padre desapareció, se fue por el río una tarde de tormenta para regresar al rayo de vuelta.
La lluvia arreció, un rayo ―me dijo él ― Ese, el que escapó del río.
Tumbó un árbol y lo hizo tan fuerte que pareció que Dios se enojaba de nuestro morbo. Al rato, me dolía la cabeza por la luz eterna y el fragoroso ruido.
A la mañana siguiente se encontraron los destrozos de la tormenta, el árbol tapaba el paso de los cayucos, los pescadores echaron mano de hombres y mujeres fuertes para quitar el gran tronco, lográndolo durante el día.
La lluvia duró toda la semana, y días después seguía sin calmarse la tempestad. Luego fue cuando mi padre desapareció, se fue por el río una tarde de tormenta para regresar al rayo de vuelta.
Sagrario Callejas
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