En tierra cercana emergen los fantasmas del naufragio, que sin perder tiempo inician sus tareas interminables tal como hacían de marineros, cuerdas invisibles y velas arriadas más tenues que el aire son puestas a barlovento, pretenden con ello seguir el curso a destinos que no existen.
Entre los espectros hay uno que atiende el descubrimiento de un soplo que entra y sale de sus pulmones de carne, entiende que la vida no le abandonó, pero ¿qué clase de camarada sería si desertara por el pretexto de seguir vivo?, así continuó entonces, a veces de día a veces de noche, llevando, trayendo, torciendo cuerdas con nudos imposibles, limpiando cubierta, y en ocasiones, llevando el timón de la etérea nave entre sus manos.
Cuando navega con los fantasmas, los otros internos del hospital le reconocen al verle: como el único sobreviviente del naufragio.
Iván Flores