Cierra la puerta con llave, me digo, así sé que cuando ella llegué me dará tiempo de sacar a la perra por la otra puerta. La cierro. Saca la comida del refrí, improvisa un banquete para dos, sin ensuciar trastes, me propongo. Logro un plato repleto y variado. Tan poco tiempo para el amor. Sobre todo porque a veces dice que va al café y no va. Lo que más triste me pone, y deja como vacío y nervioso, es aventarla a la calle, confiando en que no perderá el rumbo. El día que no, tendré que volver a andar por las calles con sobras de comida en los bolsillos.
Eva Mondragón
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