La tierra padece de una enfermedad que nadie puede comprobar, sin embargo, yo sé bien que está cansada. Se parte adolorida de tantos pies sobre de ella. Deberíamos volar para no lastimarla más. Construirnos un camino en el aire, ligero y suave que nos lleve al destino sin tocar pedazo alguno de su espalda bronceada, quemada y calva, sin atmósfera ni cabello. Y forjar las casas sostenidas por el mar y lanzar nuestro eco a gran distancia para no tener que acortar el espacio transitando en su dorso. Y así quizá, pueda levantarse algún día buscando sus pedazos sobre el universo.
Fabiola Itzel Cabrera
1 comentarios:
Menudo relato, no es necesario leerlo dos veces para sentir que las palabras taladran las pupilas y las escamas.
Enhorabuena
Kenjiro Ramírez
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