Entro en la palabra Dios;
al pronunciarla la abro como a una puerta.
Es un salón, una habitación vacía,
apenas un rincón
cuyos vértices se desdibujan en el blanco más absoluto.
Y es tan mínimo que no me puedo mover,
tan estrecho que no distingo dónde acabo yo y empieza éste,
tan cerrado que me comprime los pulmones, las células, el adn.
La puerta que dejé abierta es la salida:
Dios que lleva a Dios. Aldebarán Toledo
4/11/09
ENCLAUSTEO
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