En la distancia los vi llegar, dos caballeros de escolta ceñidos en metal, preceden a un hombre que es más que un hombre.
No pude contener mi entusiasmo que exaltó la esperanza en un grito ahogado, anuncié su llegada con mi boca temblorosa, y todos se apretujaron en una masa humana que clamó por su soberano, al fin, entró a la ciudadela y las voces fueron la extensión de las manos que quisieron tocar la figura majestuosa, el yelmo fue retirado por sus manos firmes y dejó al descubierto su presencia, comparable a los cielos estivales. Con voz sonora anunció:
“Hemos triunfado, porque el triunfo sobre la guerra es la paz, nosotros la hemos conquistado con nuestra rendición”, las palabras fueron como ecos divinos, la gente aplaudió a su rey, todos le alabaron como un dios hecho carne.
El pueblo en cautiverio y sin patria no dejó de extasiarse por su Monarca triunfante, todavía hoy, cien años después.
No pude contener mi entusiasmo que exaltó la esperanza en un grito ahogado, anuncié su llegada con mi boca temblorosa, y todos se apretujaron en una masa humana que clamó por su soberano, al fin, entró a la ciudadela y las voces fueron la extensión de las manos que quisieron tocar la figura majestuosa, el yelmo fue retirado por sus manos firmes y dejó al descubierto su presencia, comparable a los cielos estivales. Con voz sonora anunció:
“Hemos triunfado, porque el triunfo sobre la guerra es la paz, nosotros la hemos conquistado con nuestra rendición”, las palabras fueron como ecos divinos, la gente aplaudió a su rey, todos le alabaron como un dios hecho carne.
El pueblo en cautiverio y sin patria no dejó de extasiarse por su Monarca triunfante, todavía hoy, cien años después.
Iván Flores
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