22/8/08

EL PASAJERO


El asiento de hasta atrás del pesero es como un mirador; es como otra ventana. No hace falta ser otro pasajero, se puede observar a los demás sintiéndose aunque sea un poquito más personaje; menos extra. Es que en la ciudad es necesario estar todo el tiempo inventándose salvaguardas contra el anonimato; no el que implica una falta de reconocimiento por parte de los otros, aunque en la ciudad lo hay, y mucho, sino un anonimato más hondo, más parecido a no reconocerse uno mismo, a no ser. En un lugar donde viven veinte millones de personas – un número inhumano, inimaginable, más que inimaginable – nadie puede ser. Somos demasiados. Más que demasiados. Somos tantos que ni a Dios le puede caber en la cabeza la cantidad. Veinte millones, ese número no existe. Nadie puede existir mientras sigamos siendo veinte millones. Por eso no podemos ser. Dios tampoco puede pensar en nosotros.

JC Álvarez

1 comentarios:

Anónimo dijo...

Existencial, agradable, cierto...