31/12/08

HERODES


Esa mañana se vistió de traje negro con chaleco, cerró el portafolio con los planos del nuevo proyecto para el estadio deportivo, bajó las escaleras de su edificio y la vio, como todas las mañanas, distraída en el aparador de la miscelánea, más que embarazada, en ese estado de belleza virginal. María le dedicó una sonrisa vaga, y él supo que los meses y su proyecto de no querer a los niños del mundo por no poder impedir que ella tuviera ése, o que ése no fuera suyo, estaban llegando a su fin. Tenía que salir a comprar los ingredientes e inventarse un viaje. Aunque lo que en realidad quería era no ser Herodes, sino volverse su José.


Eva Mondragón

LOS TRES COCHINITOS TENÍAN UNA HERMANA MUY AVANZADA



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TOBILLOS QUEBRADIZOS O DANZÓN LEJANO



Leonor Ibáñez llevaba muchos años pasando sus sábados en el balcón, tenía vista a un parque bastante moribundo. Su hija iba en las mañanas y la sacaba al sol, mientras, ella lavaba los trastes, cambiaba la cama, salía a la farmacia, pasaba al mercado, sacaba dinero del cajero para la muchacha y preparaba la comida, cuando estaba lista la metía y comían juntas. A cada sorbo daba sendos suspiros. Al poco rato le daba frío, su hija le recetaba todas las instrucciones de la semana, le daba un beso en el pergamino de su frente, le ponía una franela en las piernas y se iba rauda y veloz. Como podía volvía al balcón y aguardaba un rato, salvo que lloviera al poco rato se dejaban oír a lo lejos los danzones que del otro extremo del parque eran bailados por parejas muy puntuales a la cita sabatina. De allí hasta el inicio del domingo el ataque de suspiros invadía por completo a Leonor Ibáñez, pero el frío se le quitaba.







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EN BUSCA DEL TIEMPO PERDIDO


Con mucho cuidado las manos conocedoras de su oficio colocan la manecilla que marca los minutos, su forma es aguda como un alfiler con el que se cose el bordado de lo fugaz. Luego, la carátula cubre con su cristal las horas, deja vagar fuera de su coraza el sonido inconfundible de su existencia; su cuerpo es pulido con la misma fuerza que necesita un diente de león para emprender el vuelo, el metal brilla. Y los segundos pasan, dejando tras de si la estela de la rutina giratoria. El relojero termina su obra y retrocede con sus dedos la manija del sentido de la maquinaria, mientras lo hace, anhela recuperar la carne misma de los recuerdos y se abalanza a este viaje que captura en un reloj al mundo en retroceso. Consigue materializar su deseo, pero el fracaso de no conservar la memoria futura, le llevan a derrochar las horas y los años tal como lo señaló el reloj desde el comienzo.


Iván Flores

EL ELEFANTE CONTRARIADO


Este elefante era el más aventajado de todos en todas las materias en las que un elefante puede tomar ventaja. Y no sabiendo en qué más llevarla, decidió saltar a un ratón. Haciendo caso omiso al diseño y al miedo innato de su condición y a la vez renegando del excelente uso de la memoria que estos paquidermos tienen, olvidando tales restricciones. El resultado, un estrepitoso tropezón que dio pie a la fractura craneal y al primer elefante con amnesia y falta de retención y memoria a corto plazo. Ahora no sabe que es elefante, que le tiene miedo a los ratones y que sus cuatro rodillas no sirven para saltar y se la pasa dando brincos como gacela en sabana.




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FADO

PETENERA



La nostalgia de sirena en lágrimas de azúcar negra lancé anoche al mar. Qué será de mí, que le perdí en tierra firme y cómo voy a cantarle a la vida ahora que ya no le tengo. Las olas ya no son mi velo y los pies los tengo fríos. Las algas y la arena ya perdieron su sabor. No sirvo para marinera y ahora no quedo como mascarón de proa. Ya no entona, madre de mi corazón, una de tus hijas cantos ni encantos ni lamentos ni llantos. Me queda quedarme quieta en la orilla y esperar a que el hambre, la sal y las penas me vengan a arrullar, que le perdí en tierra firme y no paro de llorar lágrimas de azúcar negra.










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CANCIÓN DE CUNA




Duérmete niña, duérmete ya, que viene el coco y te comerá, duérmete niña, duérmete ya, si no te duermes pronto vendrá, duérmete niña, duérmete ya, que tiene hambre y te morderá, cada dedito te lamerá, poco a poquito a tus huesitos él llegará, duérmete nena, duérmete ya, que toca a la puerta nuestro comensal, ¿te pongo azúcar? ¿te pongo sal? duérmete niña, duérmete ya, que vino el coco a cocinar, y es mejor si te duermes y no tiemblas más.







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RETAHÍLA



La luna al agua, el agua al lago, el lago al valle, el valle al bosque, el bosque al camino, el camino a la hacienda, la hacienda al patio, el patio a la cocina, la cocina al horno, el horno al pan, el pan al plato, el plato a la bandeja, la bandeja al cuarto, el cuarto a la cama, la cama a la niña enferma, la niña enferma a la ventana, y la ventana a la luna.










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15/12/08

XALAPA, DICIEMBRE DE 2008


Mi hogar, mi coraza endeble, mi mortaja de algodón, mi ausencia lúgubre, mi noche descansada, mi hombre sin nombre, mi café en ayunas, mi piel, mi filo al descubierto, mi latido, mi paloma negra, mi sueño, mi amo et, mi collar eterno, mi certidumbre, mi oído, mi Kundera de tocador, mi crepúsculo eterno, mi muro, mi humo de madrugada, mi cobijo, mi marca de heroína, mi angustia, mi pie izquierdo, mi música y mi vos, mi nube azulada, mi delicia, mi felicidad de cada día, mi carne, mi piedad, mi volcán en erupción, mi libertad, mi más bello destino, mi mano inocente, mi gerbera violeta, mi aire, mi caballero y mi dragón, mi baúl con poemas, mi retazo de recuerdo, mi mascarada, mi caramelo, mi descanso en las tardes eternas, mi alma, mi mar, mi pecado, mi rodilla, mi badallar, mi clemencia, mi hermoso despertar, mi consuelo, mi querido; mi vida es tuya eternamente, te amo por sobre todo lo que tengo.

S.







Sagrario Callejas

EL MÚSICO DE BARES


Me acuerdo cuando mi primo, el músico de bares en Cancún, me hizo una pulserita de piel color negro, muy bonita. En esa época yo iba a la primaria y era la envidia de mis compañeros, nada más por ser una pulsera poco común.

Han pasado muchos años, y siempre es lo mismo. Corres, corres y corres al mismo precio.

Lo trato de comprender: qué endebles somos ante el destino, hasta ahora me pongo a pensar en mi primo, transcurrió tiempo sin saber de él, sin que nadie se preocupara si estaba bien o mal, o si sólo estaba.

Hoy nos anunciaron su muerte. Murió solo, en su casa por la que trabajó noche tras noche. Le dio un infarto, y lo hallaron cinco días después. Cinco días en los que nadie llamó, en los que nadie se preguntó por él, años sin que le importara a la familia... ¿y la pulserita? Se acabó con el abandono.








Sagrario Callejas

DICEN...


Cuenta la historia que los barcos tenían unas patas de madera muy resistente, las bestias arenales se mantenían de la energía que ésta les proporcionaba y la armonía que se sentía en los pies al meterse en ella era incomparable.

Hubo una bella esclava de azules ojos que pertenecía al reino del mayor arenal de aquel entonces. Vivía en un castillo grande y exuberante, el sol iluminaba complaciente, pero se sentía presa.

Estaba harta de su situación, quería ser libre. Entonces fue con el Rey y le expresó todo su resentimiento. Él se enfadó, y mandó a atarla con cadenas al viejo muelle donde los barcos zarpaban, como castigo por su altanería.

Sufrió mucho, pasó días y noches eternas suplicando por su vida, nadie acudió a su llamado. Lloró sin parar hasta cubrir la arena de lágrimas, formando así el mar. Las cadenas se royeron y su alma encontró la libertad. Dicen que cuando se enfada provoca fieras tormentas que sumergen a los marinos y también dicen que si navegas por el mar oscuro puedes hallarla en forma de una hermosa bestia marina. Quien sabe, se dicen tantas cosas.






Sagrario Callejas

AL SOL CON CEMENTO


La constructora adquirió esos terrenos para hacer de esas casitas grises interminables. Talan todo. Aplanan con vehemencia. Excavan para rellenar. A la mitad de la obra uno de los obreros descubre el esqueleto de lo que bien parece un elefante. Veinte minutos después el ingeniero a cargo manda echar allí todo el cemento disponible en las revolvedoras. Elefante, mamut o dinosaurio, o fuera lo que fuere, es un peligro para las viviendas del porvenir. No les vayan a parar la obra una bola de académicos. A partir de allí, cada tanto se hacen placas de cemento. A lo lejos esos terrenos parecen un cementerio de gigantes.

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RIADAS DE UNA DE LAS SOR DEL BOSQUE


Hécate salió a lavar sus sábanas al río. Medea le pidió llenar el cántaro con agua del manantial. Circe se ofreció para acompañarla hasta la ladera. Cuesta abajo una piedra hizo de las suyas y la joven fue rodando, enredándose entre sus sábanas y rompiendo el cántaro. Furiosa por el tropiezo, destendió el río por completo como se tiende una sábana, haciendo del valle un tranquilo lago. Nada de laderas empedradas. Ahora, más cerca les quedaría a ella y a sus hermanas el agua. Claro que con el enojo, no notó todas las casitas y sembradíos que inundó.




Eva Mondragón

12/12/08

LA EFICACIA DE LA “A”


Se llamaba Patrocinio, morena con ojos enmarcados, algo agachada, venia de un rancho. Trabajaba con el Lic. Méndez en el pueblo, quien la llamaba Patro. Hacía de todo: limpieza, servía café y hasta aprendió a escribir en la Remington. Haciendo antesala le pregunté por su peculiar nombre y me dijo que así le puso su papá pero que no le gustaba, le dije que era posible cambiarlo con un pequeño juicio, su cara se iluminó desde el fondo de su alma.
Pasaron los años y yo me olvidé de Méndez, de ese pueblo y de la diligente Patro.
Hace poco, en un café, una voz me distrajo “licenciado, ¿no se acuerda de mi?”, al voltear reconocí esos ojos enmarcados, era Patro, menos tímida, más ataviada, más...
-Sabe, lo vi y quise darle las gracias, usted me dio la idea de cambiarme el nombre.
-Ah sí, pues muy bien y ahora ¿cómo te llamas?,
-Hice muchos trámites, me ayudó el licenciado
-Déjame adivinar: ¡Patricia!
-¡No!
-Martha
-Pues no, me llamo Patrocinia
-¿Patrocinia? Pues ¿cómo?, ¿no que no te gustaba?
-No, Patrocinio es de hombre y Patrocinia pues ya es de mujer.
Hasta entonces comprendí la verdadera eficacia de la “a”.




Colibrí de Caranalio

10/12/08

HILARANTE LA LIBÉLULA LÓBREGA LIBERA DE LOS LABERINTOS A LILA


La luz iluminaba la lealtad de sus ojuelos lastimeros. Lentos los labios balbuceaban la letanía noctámbula; la mano derecha se desliza leal sobre la muralla derecha. Lamentablemente no acertaba salida alguna. Estaba más malversada que Alicia en las Maravillas. Sin conejo blanco, ni gato de Cheshire, Lila atolondrada cavilaba soluciones a los pasillos. Velada vaciló su larga libación que hacía pequeña a quien la calara, el liquido otro mal olía, pero tal vez alargaba al bebedor. Las lágrimas salientes le volvieron a vulnerar la piel.
La luminosidad se limitó al horizonte. Mal alimentada lloraba desconsolada, ya no era divertido perderse en un libro. Lo que alcanzó a lucrar es que, lo que queda después del alma, la hilarante libélula lóbrega alcanzó a elevar, y la enalteció por los muros, y la llevó a volar más allá de los laberintos y las letras de su librero.







Eva Mondragón

9/12/08

SIN PALABRAS


Simón dejó de hablar a los treinta y nueve años con trescientos sesenta y cuatro días. Sesenta segundos después de su irrevocable decisión –marcaba el reloj cero horas y un minuto–, el teléfono sonó agudo, capcioso, cínico tal vez. Ella, la desaparecida hacía una década en los mares de otros cuerpos –muchos, la pecadora–, le pedía, en ese preciso momento, dos palabras. “Con un te amo, yo regreso”. Pero él, hombre de convicciones firmes, no dijo, ya no podía hacerlo; tan sólo se lo escribió en un papel, de volada. “Te amo”.


Dejó el auricular sobre la mesa, al lado de su mano, con la esperanza de que ella descifrara el sonido de la pluma enzarzada en el papel. Pintó hasta un corazón, todo lo pintó con tal de que ella entendiera su silencio. Y volviera. “Te amo”, siguió escribiendo a la desesperada. No obtuvo más respuesta que el sonido de un trazo contundente. Porque ella, al otro lado de la línea, tachó el nombre de Simón de una lista inmensa.


El hombre lloró la noche entera.


Ella prosiguió buscando presa.





Mónica Sánchez

8/12/08

DE LAS COSAS DIVORCIADAS Y DE LOS CALCETINES SIN PAR



Estaba difícil encontrarse una historia de amor en el departamento. Acababa de mudarse, muchas cajas de cartón y fundas de almohada llenas hasta el tope. Sacaba los ceniceros y nada, las tazas y los cuchillos y nada. Los discos eran una buena opción y hasta les encontró un orden mas nada. Los calcetines de hecho, contaban trágicas pérdidas dispares y entre los zapatos, ya cada cual con su par, no hubo frutos. Los trapos de cocina y las jergas no dieron señales y mucho menos el refrí o el contestador inútil. No había nada en ese nuevo espacio. Tal vez en el teléfono, pero sólo estaba el cable, no se trajo el aparato, lo cambió por la lámpara de lava. Allí se dio cuenta de que quedarse con los libreros no es traerse la biblioteca.



Eva Mondragón

TINTA


La tinta de mis venas está casi seca. Pero aún tengo tinta en este mundo donde, poco a poco, nos sustraen la sangre. Todavía puedo escribir, dejar un rastro, las migas de pan de mi existencia. Mas me encontrarás en esta forma, virtual, intraducible. No podrás tocarme, ni doblarme, ni oler el papel. No hay papel, y la verdad, es que no hay tinta. Tampoco nostalgia. No puedes tenerla de lo que no conoces. No puedes conocerme, no así, tras un lenguaje binario disfrazado de HTML. Lo que te queda es llegar a la cabaña hecha de dulce, tocar a la puerta y esperar que el lobo feroz no haya llegado antes, porque el final de este cuento no te lo sabes.




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5/12/08

TEXTÍCULO DIPLOMÁTICO



En el baño de hombres se leía una consigna: ¡Muera Fox, mentiroso! Al día siguiente, el restaurante fue clausurado y a los dueños chinos les aplicaron el treintaitrés constitucional.











Danner González-Bravo

TEXTÍCULO DEL VOTO ÚTIL


Y allí, en la casilla, inmerso en la ligereza de sus pensamientos, comprendió que era un mal candidato y decidió sufragar por su competidor más cercano en las encuestas.








Danner González-Bravo

MINUÉ PARA VIOLÍN Y CHELO




Mi boca sabe a tu boca
y a tu boca sabe el mundo











Danner González-Bravo

TEXTÍCULO BUSHIDO






No volveré a masturbarme, dijo el poeta del Kimono...














Danner González-Bravo

YIMYIM Y LAS COSAS QUE AMA



Yimyim ama caminar descalza, aunque su mamá le diga, con razón, que va a enfermarse si lo hace. Yimyim además, ama tomar leche en su vaso especial. Y no es que sea muy especial. Se lo regaló su abuela, y es de barro, y pone la leche fresca. Lo más divertido de las mañanas es salir corriendo al corral buscando a Vayablanca, la vaca de la familia y de lejitos platicarle sus sueños mientras su padre la ordeña y murmulla, Yimyim, ponte los zapatos. Pero ni su mamá, ni su abuela, ni su papá se preocupan mucho, Yimyim es muy sana y fuerte, y está creciendo como el bambú.





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CLÁSICAS BALLENAS


La marea iba a bajar y era inevitable, las dieciséis ballenas quedarían varadas en la laguna. Ya habían intentado todos los métodos, tanto biólogos como expertos en carga. El capitán de una embarcación sugirió atraerlas al mar con música clásica. Dio resultado, empezaron a reaccionar. Con júbilo todos los espectadores, amantes de la vida marina, respondieron al extraño experimento. Nadie dio crédito cuando todas se fueron contra la embarcación hasta hundirla y regresaron a sus puestos.





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LA VIDA EN AM


Intenté inútilmente atrapar en palabras ese momento. Describir como tus manos en la guitarra mataban el silencio de tu cuarto; como tus ojos ocultaban sus colores para interpretar junto con tu voz, como cantabas para mí aunque yo no lo pedí. El esfuerzo innecesario para probar tu talento y tu sentir. Simplemente no pude inmortalizar en un relato ese instante porque las palabras se me durmieron y comenzaron a armar un sueño: el de pasar el resto de mis noches escuchándote, a partir de esta misma.





Maggie Rockdriguez

DURAZNO O MELOCOTÓN: LA DICOTOMÍA


Yo no soy de durazno, soy de melocotón. No puedo abstraerme con un durazno concreto, que me identifique como forastera. Mi paladar, mi tacto, mi nariz, mi vista, el rumor de cada mordisco, están enlazados a los melocotones de mi infancia. Amarillos, majestuosos, con esa pelusilla en la piel que tanto me recordaba al cutis triste de la abuela (sin expresión, errático). Ese melocotón que mordía y generaba un escalofrío, las encías fibrosas, la pulpa salvaje que estallaba en la boca y musitaba un déjame un poco más entre tu lengua y tu paladar. Está bien, te dejo, porque entre el melocotón y su caníbal se establece siempre una relación íntima. El jugo de la fruta, el que se escapa inevitablemente por la comisura de la boca, forma un río de gotas pícaras que alcanzan el cuello, y se meten por el escote, y una ya no sabe qué hacer con ese cauce libre, más que impulsarlo y volver a la turgencia de la fruta, y morderla de nuevo, y empaparse de veras. Luego, llega el hueso, el castigo, la superficie rugosa que repite a la lengua, eh, tú, descarada, que los placeres son efímeros, que aquí estoy yo para recordarte la textura de las piedras. De niña, el melocotón era el premio. Ahora me quedo con una lección pendiente: haced del durazno, melocotón; de la edad tardía, infancia libre; y de la picaresca de las gotas, un canto universal. Pero el cutis de mi abuela no se me olvida.



Mónica Sánchez

3/12/08

TERCER MICRO RELATO QUE NO VERSIFICA NI HALAGA LAS CONDUCTAS ONEROSAS DEL METICULOSO HERODES


Sólo para cerciorarse de que todo estuviera bien fue a un particular. La recepcionista era bastante guapa. La sala de espera era común, debía haber cinco o seis doctores atendiendo, cada cual en su especialización. Otorrino, neumólogo, geriatra, pediatra, dentista y ginecóloga, deducía, por la clase de clientela que ojeaba las revistas. Llegó, estrepitosa, una mamá con su berrinchudo pequeño. Ella digna de cualquier portada de la temporada, con esos cuerpos de gimnasio, el nene enojado con el mundo, tratando de sacar algo de su oído, dando manazos a su propia madre. Ella intentaba pormenorizar el escándalo, sacó su celular y se puso a hablar, le dejó las llaves de la camioneta al niño para que prosiguiera su sainete. Tomó el cenicero que ostentaba dulces, sacó uno de su bolsillo con destreza y lo ofreció al pequeño que se privaba en cada bocanada. Lo dejó a la suerte y la suerte lo favoreció, en instantes el niño se atragantaba tanto por su saliva como por la espuma que le salía de los oídos y nariz.




Eva Mondragón

2/12/08

SALIR DEL BAR


Se muere el último cigarrillo de la noche, el eterno compañero en esos oxidantes Regresos a Casa. Cuando la noche comienza a edificarse uno nunca piensa en la hora de caminar de vuelta, quién sabe, entre otras cosas tal vez porque uno sale buscando algo como para no volver del todo, aunque ciertamente se vuelva.
A pesar de que es viejo conocido, da un poco de miedo. Uno nunca quiere encontrarse con el despiadado Regreso a Casa en el camino de vuelta: ese que es tan vacuo y alevoso; ese que es tan calle vacía, tan cama vacía, tan corazón lleno, tan manos inquietas, tan mirar los propios pasos, tan “¿dónde carajo debo estar?”. Ese Regreso a Casa, tan parecido el del martes, al del jueves y al que no ha ocurrido, nunca se acepta de lleno. Más bien, uno se evade en la hipotética llamada salvadora, en ese mensaje inesperado de La Beba, por ejemplo.
«Cómo no me encuentro con el milagrito ése que pone sonrisas antes de dormir». Pero al final, nada más la puerta, y no hay más que entrar en la resignación de volver ahí, de donde se salió, quizá porque aún no existe el sitio que le dé pies a la estrepitosa huída.




Gabriel Gutiérrez-Ferri

PECADO


Se reprocha la rigidez de sus manos. Experimenta desamparo y desesperación dentro de la misma “D” número 16 de su domicilio. Telefonea rápidamente a su madre para no sentir culpas. Respira por fin. Siente frío -quién sabe si debido al clima o a sus propias venas-. Toma la gabardina y la bufanda. Sale por la puerta trasera. Camina hasta la esquina. Se detiene en seco. Enciende un cigarrillo. Cree ver a dos patrullas que hacen alboroto en su calle -como lo pensaba: alguien tuvo que oír algo-. Acelera el paso hacia cualquier sitio -siempre y cuando en dirección opuesta a las patrullas, si es que son de verdad patrullas-. Reza un padrenuestro pensando que así nunca se darán cuenta de que él lo hizo.




Gabriel Gutiérrez-Ferri

ÁSPERAS CONVERGENCIAS


Ella habla y él escucha tratando de poner atención sin lograrlo. «Esforcémonos más; o aún mejor, dejemos de esforzarnos». Pero ella parece no entender mucho sobre este doble filo del esfuerzo, ni sobre Sartre, por ejemplo. Ella decide quedar bien con una plática de escaparates o de curas pederastas. Él pregunta algo. Ella desvía la mirada antes de responder, como cuando se presiente que la respuesta será un perfecto desatino. Todo se vuelve un tierno, inocente, pero peligroso interrogatorio. Aún mejor: un fatal interrogatorio que los alejará cada vez más de un próximo encuentro.
Ella piensa: qué contradicción. Él piensa por su lado en contra-dicción, y silenciosos los dos miran el libro que tienen sobre la mesa, desde el cual un argentino afrancesado los ve, pensando que estar de acuerdo tal vez sea la peor de las ilusiones.




Gabriel Gutiérrez-Ferri

FRACASO DE INCENTIVOS


Un quinto piso, algún edificio de Manhattan. Chuck Mangione hace sonar su Give it all you got desde un viejo tocadiscos; Rilke no muy a gusto desde su parnaso habla con los ángeles; y el inquilino, el pobre inquilino, en el intento de escribir una de esas novelas trascendentales, fuma torpemente otro cigarrillo, pensando que tal vez así le salga algo bueno; pero ni el vino italiano le ha dado algo que pueda presumirle al espejo esta semana. Pensó que quizá la puta que sacó del furioso Central Park podría orientarlo por lo menos hacia un rumbo bukowskiano (ya qué, algo es algo), pero por culpa del maldito bloqueo, ahora tendrá que ver cómo se deshace de ese bello cuerpo desnudo antes de que apeste el departamento.




Gabriel Gutiérrez-Ferri

ÁNGELA, MI HERMANA DE LA VIDA


Siempre me la voy a guardar aquí con una larga, abundante, pesada, cabellera rojiza, que apenas si el viento mueve. Con el marfil de su piel un tanto sonrosado en el territorio de las pecas. Y su micro nariz y entrecejo fruncidos. Sus ojos verdes con ese brillo, temor, pregunta, bien abiertos. Y todo el tiempo creciendo. Es fantástico ver a una niña crecer, lo hace tan lento y de forma tan sincera. Somos, las niñas, como los frutos, un buen durazno, una aromática guayaba, una dulce mandarina, un encanto de manzana. Me hubiera gustado ser una mejor hermana mayor de la vida. Pero ésta nada más nos cruzó un tiempo. La postal en mi cabeza no va a querer actualización alguna. Cuando la vuelva a ver, porque yo me encargo de que nos volvamos a cruzar, voy a estar frente a esa niña, Ángela, hermana de la vida, la que guardo ahora, aunque sea mujer ya. Y hablaremos en su precario español, y hablaremos en mi improvisado inglés. Las señas y los gestos lo dirán todo.




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1/12/08

MÁS ALLÁ DEL PRESENTE


Anoche ví el futuro y éste decía con tinta de imprenta: Marisa se quita la vida con una cuerda que ata a su cuello.
Sus padres, hermanos y amigos le lloran bañados en tristeza, “cómo es posible”, “qué fue tan terrible para orillarla a cometer tal locura”, no hay respuesta para el dolor. Aún los desconocidos cayeron en consternación. Yo, que siempre la admiré en secreto por su belleza y buen ánimo; no podía permitir que el hecho se consumara. Así que dispuse mi atención para seguirla, la descubrí sola detrás de la ventana de su casa. Estaba de pie sobre una silla, jugaba con una cuerda, la anudó en un gancho que sobresalía del techo. Sin pensarlo más entré a detenerla sin percatarme de los adornos navideños ni de la piñata que aguardaba a ser colgada. Tropiezo con todo y la empujo.
El terror me hizo huir, la cobardía a no decir nada y la culpa predice el futuro.




Iván Flores