26/8/08

TODAVÍA


Las protestas y motines invadían las noches. Amanecí agitada y me senté en la ventana, para mi sorpresa debajo de ésta, estaba un cuerpo. Era de un joven y lo más seguro es que, herido, hubiera llegado hasta el callejón. Pronto me imaginé su nombre y lo que estudiaba. Lo cuidé toda la mañana mientras le narraba cuentos de mis libros. De madrugada me levanté mil veces temerosa de no encontrarlo. Siguió allí fiel tres mañanas y tres noches. Le mostré todos mis juguetes, me atreví a hablarle en voz alta y le mandaba besos de vez en cuando. Mi cariño era inmenso. Cuando no lo encontré, algo como su sombra siguió allí y hasta la fecha sigue. Cualquier malquerencia es amortiguada por el olor de mi amor bajo la ventana.


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