10/11/09

LA MAÑANA QUE DESPERTÉ



La mañana que desperté deseaba que hubiera seguido postrada la luna. No fue así. El amo sol me penetraba con sus rayos guturales y yo, indefensa, arrugaba los párpados en intensión de no abrirlos nunca más. Tampoco fue así, la luz no menguaba, llegó el medio día y el sol no se movía, parecía ser mi enemigo, un amante sin intensión de comprenderme, de ponerse en mi cuerpo y sentir estas ganas terribles de ya no despertar. El perdón, el sol no lo conoce, no es capaz de olvidar las 12 horas que se esconde, pues agotadas éstas, regresa nuevamente a cumplir su venganza de un nuevo día y a obligarme a despertar y caminar sobre este gran desierto con una mueca en la boca reseca simulando una sonrisa.













Sagrario Callejas

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