12/8/09

ERASER



Érase una vez una feria internacional del libro. El evento elevó el nivel de inteligencia en todos los visitantes por cuarenta puntos. Abrí un libro pero no leí nada. Mientras mis manos lo sujetaban, mis ojos visitaron una plaga de sapos asmáticos en Lisami, pequeño poblado de Finlandia. Siguió una lluvia de boletines regados desde la segunda guerra mundial, urgiendo a las tropas imperiales a rendirse y entregar la isla de Cheju—do, cuando Glauco como dios quedó sumergido. A distancia, aparecen tres mesas ocupadas por tres figuras con máscaras doradas. Permiso para un leve verano en el fortín de las flores cerca de Linares, España. O la totalmente restaurada máquina de bomberos Ahrens-Fox 1926 Modelo RK en una tienda de modelismo en Jalapa, Veracruz. Las preguntas se divierten o ya destruyen los últimos vestigios que pudieron conducir a dar respuesta a las desapariciones misteriosas de Ambroce Bierce, Martin Bormann y los mayas. Estoy cansado y me bailan las letras. Vaya, hasta escucho el sonido del tiovivo que consigue hacerlas girar. Apoyo el libro sobre mi pecho para escuchar y respirar. El tiempo come el tiempo por las esquinas gastadas del tomo. No se mueve nada por los últimos pisos del altero de volúmenes usados. En la subasta de las lenguas romances he encontrado un rinconcito donde conseguir el amor verdadero y me he quedado con uno. El latín me ha dado una habitación llena de libros y mucha luz. Yo sólo y tú quedamos en el tumulto. La feria clausura sus festividades hasta el siguiente año y baja el nivel de inteligencia de todos los seres del planeta por cuarenta y dos puntos.







Gabriel Fuster

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