12/8/09

MUSA



¿De dónde saca las ideas para sus cuentos?
De todas las preguntas malintencionadas que se hacen en este gremio, ésa, precisamente, es la más ingenua de todas. Propone que existe un sitio o un método para lograr que las aspiraciones se hagan realidad en un papel. No, no existe tal lugar y, amigos, ni siquiera Aristóteles pudo simplificar el acto creativo, aunque ya suelo responder con un aire de connoisseur que yo consigo mis historias en un servicio de inspiración ubicado en San Nicolás de los Garza, en Monterrey, Nuevo León. Allí, uno contrata una musa igual que paga los servicios de una cotizada Call Girl. En mi tarjeta bancaria hay un cargo mensual de 550 pesos más iva y quincenalmente a vuelta de correo yo recibo un paquete entregado por Estafeta que incluye 6 ideas frescas para escribir cuentos. Mi musa no tiene brazos. Así que me rodea el cuerpo con el pelo de sus axilas y me intenta besar, hipnotizándome como una cobra. Yo miro hacia el fondo, hacia la cocina, y escucho el ruido de alguien dando teclazos separados a una máquina de escribir. Y mientras la musa me inocula su veneno con fuerza, yo intento hablar, decirle que necesitamos un lavatrastes automático. La musa tiene a Borges escribiendo cuentos con mi nombre y a mí, expuesto enseguida en una vitrina, dónde me saca brillo, convertido en plato de porcelana. No tienen idea cuántos detractores y admiradores todavía me pregunta por la exacta dirección de la tienda en San Nicolás de los Garza, en Monterrey, Nuevo León, para enviar su cheque.




Gabriel Fuster

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