15/7/09

COSMOGONÍA DEL IMPULSO


Antes que los orificios de las espaldas se dejaran inyectar por las lunas, antes que los hocicos tiernos aprendieran a masticar por separado y girando los dientes en furiosa cascada de saliva, el acelerado viento recorría los arenales sin importarle que hablaran sobre su impaciencia. Los pétalos invisibles comenzaban a sonrojarse cuando gustaba de vestirse con la húmeda tiniebla, que le daba un grato aire de maldosa impureza. Los gatos se arrastraban entre las hojas muertas y las hormigas, calladas y enlutadas por la constante muerte de sus uñas, aborrecían que el viento, cautivador de polvos, las aplastara en silencio.






Luis Vega

0 comentarios: