29/7/09

LA SANGRÍA



La hoja en blanco me da miedo a veces. Me come. Me escupe. Me ciega. Siento que soy en extremo pequeña, como las teclas negras frente a mí, casi un centímetro. Y no se me ocurre nada, y no pienso ideas literarias. El oro lo tengo enfrente de mí y no lo puedo trabajar. Orfebre mediocre, ése debería ser el personaje de este párrafo, uno que no sabe hacer cadenas ni engarzar joyas. Pero no puedo trabajar ni en el cómo ni en el qué. Soy la minera manca que con sus muñones rasca la cueva sin extraer nada. Nada. Y el blanco ya se entinta con esta sangre negra de las heridas, pero parece que como Alicia, bebí del frasco, y me hago milímetro, acabo más mínima y al borde de lo que empecé.







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2 comentarios:

Anónimo dijo...

...hay ese toque de misterio que provoca ensoñaciones, caro a un libro cubierto de polvo, cerrado, con cierta cicatriz blanca, esperando ser abierto por curiosos ojos, mismos que tropican su mirada que busca afanosamente palabras adecuadas para armar un perfecto esqueleto, o un menesteroso cadaver suculento...

Enhorabuena...


Kenjiro Ramírez

Anónimo dijo...

los libros son misterios decididos a ser resueltos?
Me gusta eso de que las palabras contruyen un perfecto esqueleto.
Lo malo es cuando uno se hace amigo de la duda y duda ya de todo. Hasta de que sea tu amiga.
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