19/5/09

EL PROFETA OLVIDADO



El joven profeta de nombre perdido, quiso poner de manifiesto la potestad divina dada a si mismo. Entre el mundanal humano centró su atención en Aniceto, hombre sin consecuencias, de cuyos actos se desprenden mil tormentos a sus semejantes que no hallan como escarmentarle.
Pero el profeta usó la palabra, y el verbo se convirtió en mandato que transfiguró las piernas de Aniceto en ancas de jamelgo: por las infamias cometidas a las mujeres, sentenció el profeta. Después, los brazos mudaron a garras de león para que no pudiese asir las pertenencias ajenas. Un hocico de jabalí poblado de colmillos le impedirían beber y comer como los hombres dignos; el pelo, los ojos, la carne misma permutó, y así, Aniceto dejó de ser hombre para convertirse en suma de todas las bestias. El castigo satisfizo al profeta. Pero ocurrió que la nueva criatura sintió la dicha en poseer cualidades que antes no tenía, y devoró frente a la multitud horrorizada al profeta con todo y su nombre.







Iván Flores

1 comentarios:

Anónimo dijo...

Este cuento es genial Iván. Estoy en este lapso de releer y me encuentro joyas como ésta...
Va al cajón personal de los favoritos...
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