24/6/09

LILA Y LAS COSAS QUE AMA



Lila tenía ganas de alas de libélula, de cola de lagarto, de uñas de zorro y de penacho de quetzal. Sus ganas eran locas y lamía su piel buscando sus otros poros. A Lila le daba ganas ese acantilado, esa roca al sol, aquel gallinero, aquel recuerdo. Sus ganas a nadie se las decía, sólo con sus ojos de sorda miraba el salero en la mesa, sin percatarse de que alguno de sus hermanos la pedía. A Lila las ganas no se le quitan, ni aunque la empujen para que reaccione y ande más despierta en la comida, ni aunque le toque lavar los platos y el agua enfríe sus vellos, ni aunque se refleje en las cucharas y compruebe que sigue sin mutar de piel ni extremidades. Lila es así, ajena al desgane terrenal, paciente. Y cierra sus ojos mientras activa su radar de murciélago y todos los ruidos le crean la imagen de la cocina.







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