8/6/09

OFRENDA QUE SE COME


Es la piedra, es la tinta, las que narran.
No hay palabras. Acaso algo parecido al eco.
Vamos a suponer que lo que se calcó es el alma de la lámina, de la estela, y de la artista que las trabajó.
Hoy tus ojos se deslizan por estas calcografías que estuvieron años guardadas, casi perdiéndose en el tiempo. Pero no. Como todo buen tesoro, fue descubierto. Redescubiertas.
En sí, vives un viaje en el tiempo gráfico y también un saludo y homenaje a su autora.
Lo que hizo no sólo fue rescate, de eso que es raíz, nuestra, sino que consolido un privilegio estético. Cada calcografía es hermosa, limpia, exacta, laberinto y deleite.
Es como si mi abuela hubiera cocinado algo que sólo se come con los ojos, se condimenta con historia y se acompaña con los elementos de la tierra trabajando juntos.
No es viaje, es regreso, es poner de nuevo afuera eso que nació para exponerse, para ser devorado por todos los comensales que entienden de eco, tinta y piedra.





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1 comentarios:

Anónimo dijo...

...muy elocuente, talvez malinterpreto todo pero siento ese dejo de nostalgìa...
Cuan caro es el tesoro que tenemos al alcanze de la hoja y la tinta...