18/9/09

ATARDECER INSTANTÁNEO



Unas cuantas tumbas de arena adornaban su casa. Gustaba de satirizar los gruesos pétalos del sol con unos crayones húmedos y fracturados. Los súbditos de su eterna fiesta eran algunos vasos de plástico, restos de comida vegetariana y cabezas de barbie agujereadas. Miriam jamás salía de su jaula, la había construido con páginas de periódico, lápices labiales y fotografías carcomidas. Sus padres la observaban desde la alacena y sus manos se entretejían por la cálida esperanza de morir todos juntos, aunque sea, en las fauces de cualquier roedor. Aquella noche, la casa fue incendiada por un beso del sol.








Luis Vega

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