19/9/08

UN CRIMEN


Después de la precisa y por tanto fatal estocada, no sin cierta dificultad desmembró con el enclenque cuchillo el c/u/e/r/p/o yacente. La dispersión de la evidencia, se dijo, ocultaría o cuando menos haría irrastreable el crimen. A la c y la u, dada su leve semejanza, las separó en puntos extremos para maximizar la confusión. Con la e y la r se ahorró el trabajo: juntas no tenían temporalidad que las delatara. Como la víctima era ya de antes irremediablemente coja, no tuvo problemas para ocultar la p entre la multitud de la madrugada. La o, irónicamente, la arrojó en un profundo hoyo que improvisó a punta y hoja de metal, y que ni siquiera se molestó en cubrir. Llegó a su casa con los primeros matices del alba. El saludo cordial del vecino al subir la escalera le hizo confiar en que su prevención lo había exonerado. Entró a su habitación, al baño, y lo que no pudo hacer fue diluir el texto en el chorro de agua que caía y caía sobre sus manos.





Aldebarán Toledo

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