30/1/09

EL BAUTIZADOR


Recuerdo, con un poco de gracia, que durante muchos años fui la burla total de mi abuelo, desde que se enteró que quería estudiar Economía y dejar el campo, la tradición familiar. Me puso apodos como el cometrigo escupetortilla, el malcriadilla, el deshéctor, el buscafortunas, el muchacosa, el mocasín, mote más aceptado por la comunidad. Algunos me decían que sí sentía orgullo de que al menos uno de sus nietos se hubiera ido a estudiar a la capital. Yo nunca lo escuché llamarme nieto. Vivió 103 años, los últimos 4 con una memoria esquiva, lúcida en casi todo, menos ante sus ingeniosos insultos, me cuentan que a los bisnietos, que también decidieron estudiar, en un afán de insultarlos, alzaba el dedo y a modo de sentencia y desprecio les gritaba: ¡bailarín, bailarín!








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