23/10/08

ESQUELAS



Ocho y cacho de la noche, hora del claxon desesperado, del congestionamiento vial, de la salida del trabajo y de cerrar el café.
El piso ha sido limpiado, las sillas recogidas, las máquinas se sacudieron y las tazas esperan ser lavadas.
La última mesa se vacía, se despiden, en la barra un viejo responde al saludo y da un sorbo a su café, el dueño se dispone a lavar platos y el mesero sentado en el puesto del jefe sueña que es suyo el local.
El anciano gruñe y el joven despierta, desilusionado por regresar a la pesadilla de la realidad abre el periódico y se dirige a las esquelas, siempre le ha gustado revisarlas.
-No hagas eso- lo interrumpen de nuevo -yo lo hacía hasta que encontré la mía-.




Didi LeCout

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