10/10/08

LA PRESENCIA



Otra vez las luces se extinguen, la lámpara del techo y hasta el mismo cielo que apenas nace al día enmudece su luz.
Nadie lo nota, sólo yo que estoy acostumbrado a su sombra, a su fría presencia arraigada en mi carne.
Aquí está, batiendo sus garras como bestia, su cuerpo convulso me obliga a sostenerme del muro que me detiene en vano ante este vértigo de agitación violenta.
Eleva sus alas y siento como una parte de mi es llevada en esos brazos de noche, a un lugar impropio a la vida. Mientras tanto continúo caminando como una máquina que se conduce sola. Avanzo erguido y con apariencia serena, la gente que me conoce nos saluda al verme, como si nada; me desean un buen día y me piden la bendición.





Iván Flores

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