Tener una rutina segura. Encontrarte casualmente dentro de la misma rutina, como a cualquiera de todas esas estudiantes de teatro que abundan por mis rumbos. Toparnos continuamente en una ciudad chica, donde muchas desconocidas medio conocidas se me repiten a diario como si nada. Toparnos como por obligación. Hacer transacciones de miradas y sonrisas por cortesía, o por compromiso. Caminar más seguido por Belisario Domínguez. Enterarme por accidente de tu nombre mientras platico con mi nueva amiga, la policía de tu facultad. Soñar que hablo contigo. Hablar contigo en el mismo sitio donde lo soñé. Intuir que no teníamos por qué conocernos. Sospechar que no importa lo que te diga. Oírte decir: adiós, que estés bien. Sentirme en el completo vacío y con los pantalones abajo.
Gabriel Gutiérrez-Ferri
5 comentarios:
Un saludo Gabriel, me ha encantado tu relato, es muy bello. Me ha hecho recordar aquella época conquistas...
¡Felicitaciones!
Me ha gustado tu texto. Sencillo y sin presunciones. Se agradece tu modestia al escribir.
proyección??? jajajaja bien L
Algo más que proyección no crees? o qué opinas? jeje
Publicar un comentario