31/12/08

TOBILLOS QUEBRADIZOS O DANZÓN LEJANO



Leonor Ibáñez llevaba muchos años pasando sus sábados en el balcón, tenía vista a un parque bastante moribundo. Su hija iba en las mañanas y la sacaba al sol, mientras, ella lavaba los trastes, cambiaba la cama, salía a la farmacia, pasaba al mercado, sacaba dinero del cajero para la muchacha y preparaba la comida, cuando estaba lista la metía y comían juntas. A cada sorbo daba sendos suspiros. Al poco rato le daba frío, su hija le recetaba todas las instrucciones de la semana, le daba un beso en el pergamino de su frente, le ponía una franela en las piernas y se iba rauda y veloz. Como podía volvía al balcón y aguardaba un rato, salvo que lloviera al poco rato se dejaban oír a lo lejos los danzones que del otro extremo del parque eran bailados por parejas muy puntuales a la cita sabatina. De allí hasta el inicio del domingo el ataque de suspiros invadía por completo a Leonor Ibáñez, pero el frío se le quitaba.







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