2/12/08

SALIR DEL BAR


Se muere el último cigarrillo de la noche, el eterno compañero en esos oxidantes Regresos a Casa. Cuando la noche comienza a edificarse uno nunca piensa en la hora de caminar de vuelta, quién sabe, entre otras cosas tal vez porque uno sale buscando algo como para no volver del todo, aunque ciertamente se vuelva.
A pesar de que es viejo conocido, da un poco de miedo. Uno nunca quiere encontrarse con el despiadado Regreso a Casa en el camino de vuelta: ese que es tan vacuo y alevoso; ese que es tan calle vacía, tan cama vacía, tan corazón lleno, tan manos inquietas, tan mirar los propios pasos, tan “¿dónde carajo debo estar?”. Ese Regreso a Casa, tan parecido el del martes, al del jueves y al que no ha ocurrido, nunca se acepta de lleno. Más bien, uno se evade en la hipotética llamada salvadora, en ese mensaje inesperado de La Beba, por ejemplo.
«Cómo no me encuentro con el milagrito ése que pone sonrisas antes de dormir». Pero al final, nada más la puerta, y no hay más que entrar en la resignación de volver ahí, de donde se salió, quizá porque aún no existe el sitio que le dé pies a la estrepitosa huída.




Gabriel Gutiérrez-Ferri

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