2/12/08

ÁNGELA, MI HERMANA DE LA VIDA


Siempre me la voy a guardar aquí con una larga, abundante, pesada, cabellera rojiza, que apenas si el viento mueve. Con el marfil de su piel un tanto sonrosado en el territorio de las pecas. Y su micro nariz y entrecejo fruncidos. Sus ojos verdes con ese brillo, temor, pregunta, bien abiertos. Y todo el tiempo creciendo. Es fantástico ver a una niña crecer, lo hace tan lento y de forma tan sincera. Somos, las niñas, como los frutos, un buen durazno, una aromática guayaba, una dulce mandarina, un encanto de manzana. Me hubiera gustado ser una mejor hermana mayor de la vida. Pero ésta nada más nos cruzó un tiempo. La postal en mi cabeza no va a querer actualización alguna. Cuando la vuelva a ver, porque yo me encargo de que nos volvamos a cruzar, voy a estar frente a esa niña, Ángela, hermana de la vida, la que guardo ahora, aunque sea mujer ya. Y hablaremos en su precario español, y hablaremos en mi improvisado inglés. Las señas y los gestos lo dirán todo.




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