3/12/08

TERCER MICRO RELATO QUE NO VERSIFICA NI HALAGA LAS CONDUCTAS ONEROSAS DEL METICULOSO HERODES


Sólo para cerciorarse de que todo estuviera bien fue a un particular. La recepcionista era bastante guapa. La sala de espera era común, debía haber cinco o seis doctores atendiendo, cada cual en su especialización. Otorrino, neumólogo, geriatra, pediatra, dentista y ginecóloga, deducía, por la clase de clientela que ojeaba las revistas. Llegó, estrepitosa, una mamá con su berrinchudo pequeño. Ella digna de cualquier portada de la temporada, con esos cuerpos de gimnasio, el nene enojado con el mundo, tratando de sacar algo de su oído, dando manazos a su propia madre. Ella intentaba pormenorizar el escándalo, sacó su celular y se puso a hablar, le dejó las llaves de la camioneta al niño para que prosiguiera su sainete. Tomó el cenicero que ostentaba dulces, sacó uno de su bolsillo con destreza y lo ofreció al pequeño que se privaba en cada bocanada. Lo dejó a la suerte y la suerte lo favoreció, en instantes el niño se atragantaba tanto por su saliva como por la espuma que le salía de los oídos y nariz.




Eva Mondragón

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