31/12/08

HERODES


Esa mañana se vistió de traje negro con chaleco, cerró el portafolio con los planos del nuevo proyecto para el estadio deportivo, bajó las escaleras de su edificio y la vio, como todas las mañanas, distraída en el aparador de la miscelánea, más que embarazada, en ese estado de belleza virginal. María le dedicó una sonrisa vaga, y él supo que los meses y su proyecto de no querer a los niños del mundo por no poder impedir que ella tuviera ése, o que ése no fuera suyo, estaban llegando a su fin. Tenía que salir a comprar los ingredientes e inventarse un viaje. Aunque lo que en realidad quería era no ser Herodes, sino volverse su José.


Eva Mondragón

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