31/12/08

EN BUSCA DEL TIEMPO PERDIDO


Con mucho cuidado las manos conocedoras de su oficio colocan la manecilla que marca los minutos, su forma es aguda como un alfiler con el que se cose el bordado de lo fugaz. Luego, la carátula cubre con su cristal las horas, deja vagar fuera de su coraza el sonido inconfundible de su existencia; su cuerpo es pulido con la misma fuerza que necesita un diente de león para emprender el vuelo, el metal brilla. Y los segundos pasan, dejando tras de si la estela de la rutina giratoria. El relojero termina su obra y retrocede con sus dedos la manija del sentido de la maquinaria, mientras lo hace, anhela recuperar la carne misma de los recuerdos y se abalanza a este viaje que captura en un reloj al mundo en retroceso. Consigue materializar su deseo, pero el fracaso de no conservar la memoria futura, le llevan a derrochar las horas y los años tal como lo señaló el reloj desde el comienzo.


Iván Flores

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