12/12/08

LA EFICACIA DE LA “A”


Se llamaba Patrocinio, morena con ojos enmarcados, algo agachada, venia de un rancho. Trabajaba con el Lic. Méndez en el pueblo, quien la llamaba Patro. Hacía de todo: limpieza, servía café y hasta aprendió a escribir en la Remington. Haciendo antesala le pregunté por su peculiar nombre y me dijo que así le puso su papá pero que no le gustaba, le dije que era posible cambiarlo con un pequeño juicio, su cara se iluminó desde el fondo de su alma.
Pasaron los años y yo me olvidé de Méndez, de ese pueblo y de la diligente Patro.
Hace poco, en un café, una voz me distrajo “licenciado, ¿no se acuerda de mi?”, al voltear reconocí esos ojos enmarcados, era Patro, menos tímida, más ataviada, más...
-Sabe, lo vi y quise darle las gracias, usted me dio la idea de cambiarme el nombre.
-Ah sí, pues muy bien y ahora ¿cómo te llamas?,
-Hice muchos trámites, me ayudó el licenciado
-Déjame adivinar: ¡Patricia!
-¡No!
-Martha
-Pues no, me llamo Patrocinia
-¿Patrocinia? Pues ¿cómo?, ¿no que no te gustaba?
-No, Patrocinio es de hombre y Patrocinia pues ya es de mujer.
Hasta entonces comprendí la verdadera eficacia de la “a”.




Colibrí de Caranalio

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