1/3/09

EL PECADO


A Jorge Z.


Mi madre me obligó a arrancármelo de las entrañas. Yo no quería. Era mi primer hijo, el resultado del pecado. La gente del pueblo comenzó a murmurar y ella estaba harta de tanto palabreo.
Me llevó con el párroco. Cuando bajó su vista a mi vientre apenas voluptuoso “se quitó la casulla verde y dorada y el cordón que ataba la estola a su cintura. Dobló las telas y las metió en el cajón con delicadeza para no arrugarlas. Cada uno de sus gestos parecía un ritual más de la misa, como si cada movimiento de sus manos tuviese un significado preciso” (Abril Rojo, Roncagliolo)
Así comenzó el acto, y como un taumaturgo, una vez desmembrado el producto blando lo ataron a mi cuello; mohoso, endeble, doloroso, lo cargué eterno para curar mi alma de la decadencia del cuerpo.




Sagrario Callejas

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