5/2/09

LA BECERRA



Malicia ha de ser su nombre. Veo como desde pequeña patea a las palomas y jala la cola a los gatos, avienta sendas piedras a los perros y espanta a cualquier anciano que se cruce en su camino. Nunca regresa el cambio de los mandados que consigue, pide limosna en las paradas y escupe si no le das. Tiene el vocabulario más majadero que a mis ochenta allá oído y una sarta de señas con las manos que es imposible no ofenderse al verla. Golpea a los otros chamacos para robarles dinero, el almuerzo o los zapatos, a veces se lleva hasta la mochila. Mi tienda es su escondite, la esquina es su reino, a mí me paga las lunetas y los chicharrones con chile, y muy engreída me dice: viejo, yo si la voy a hacer en grande, no como la puta de mi madre, mientras se restriega los mocos con su brazo mugroso y desnudo, ya verás, en cuanto deje de gemir como vaca y vea que se pudre, la dejo de cuidar y me voy de aquí.







Eva Mondragón

1 comentarios:

Anónimo dijo...

No necesito saber quien eres, para ver lo bien que escribes. ¡Felicidades!
Isabel Mendoza