24/2/09

VEAMOS…


Dios miró el mundo, preguntándose qué harían esos humanos. En el Medio Oriente, guerra; en África, morían de hambre… una tras otra las imágenes eran las mismas de hace mil años.
Les había dado inteligencia para que aprendieran. Al menos les había alcanzado el ceso para registrar y así no olvidar cada generación, pero parecía que si bien recordaban, no comprendían.
Habían sido un experimento interesante, curiosidad de qué pasaría si a ese simio le doy más cerebro y unos pulgares oponibles. No todo era malo, había que reconocerles las artes, que iban de mal en peor. Esos humanos son fruta que se pudre sin remedio. Pero en fin, ya había ocurrido con los dinosaurios, y les pasaría a ellos: se extinguirían. Oportunidad de jugar otra vez. Escogería algo más tranquilo para encargarle el mundo, tal vez plantas, se metían en pocos problemas.
El dios suspiró, tomó notas como cada tantos siglos y pasó al siguiente planeta para ver si los hombrecillos grises tenían más suerte, la última vez que los miró se habían extendido por las estrellas y parecían no ir tan mal.






Alberto González Gallina

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