8/2/09

SIN DUDA



A Oswaldo Zamudio no le cabía la menor duda. Ni una más, por pequeña que fuese. Había pasado su vida atesorando perplejidad. Desde que tuvo uso de razón se llenó de incertidumbres, aún cuando el mundo le impusiera sus evidencias y los hombres lo colmaran de convicciones, perfeccionando el arte del recelo y la incredulidad. Hubo también algunas afables almas que, a pesar de sus certidumbres, le transmitían sus dudas e incluso le planteaban, por civilidad, ciertos dilemas. Se hartó de incertidumbre hasta dejar de creer en su existencia. Ese fue su fin. Aunque no podemos estar seguros de ello.










Maliyel Beverido

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